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El riesgo no aparece de repente ¿Cuál es el origen de un incidente?

Martín Molano

20 de octubre de 2025

El 86 % de los incidentes en terreno no fueron accidentes: fueron advertencias ignoradas. No hay “golpes de mala suerte”, hay triángulos que se rompen entre persona, equipo y ambiente. En Fullsky lo llamamos PEA, y es la forma más simple —y más exigente— de leer la probabilidad cualitativa. No medimos solo con números: medimos con atención. Si también crees que el riesgo se habita —no se niega—, suscríbete y recibe los materiales que usamos para entrenar esa mirada.

El 86 % de los incidentes en terreno no fueron accidentes: fueron advertencias ignoradas. No hay “golpes de mala suerte”, hay triángulos que se rompen entre persona, equipo y ambiente. En Fullsky lo llamamos PEA, y es la forma más simple —y más exigente— de leer la probabilidad cualitativa. No medimos solo con números: medimos con atención. Si también crees que el riesgo se habita —no se niega—, suscríbete y recibe los materiales que usamos para entrenar esa mirada.

El riesgo no aparece de repente ¿Cuál es el origen de un incidente?


El riesgo no irrumpe: ya está ahí. No llega como un golpe de azar ni como una anomalía. No llega de la noche a la mañana, no sorprende. El riesgo siempre esta, en niveles bajos, medios o intolerables, pero siempre está. Acompaña cada decisión, cada paso, cada intento de alcanzar un objetivo dentro de un mundo incierto.


Podría pensarse que un incidente sí aparece de repente, aunque para mí, nunca sin haberse anunciado antes. Un incidente es el momento visible en el que una posibilidad se materializa: una cuerda cede, una palabra hiere, una piedra se suelta. Para que el incidente se presente, antes tuvo que haberse alterado algo en el triángulo que sostiene toda experiencia al aire libre: persona, equipo y ambiente. En Fullsky entendemos este triángulo bajo el nombre PEA y es una forma de pensar la probabilidad cualitativa.


Podría pensarse que un incidente sí aparece de repente, aunque para mí, nunca sin haberse anunciado antes.


Acá no se trata de números, sino de lectura: de cómo los factores humanos, materiales y ambientales dialogan y se tensan entre sí. Los números, que también amamos en Fullsky, se los dejamos al Ai+, datos para complementar las reflexiones, datos para tomar decisiones, datos para tejer lenguajes comunes.


PEA es una forma de pensar una parte del riesgo, la que tiene que ver con la probabilidad. Riesgo = Probabilidad × Consecuencia. ¿Es una probabilidad estadística? No, no lo es. De hecho, en inglés no se le nombra como probability, que es probabilidad cuantitativa, sino como likelihood, que es probabilidad cualitativa. Entonces, visto desde esta perspectiva, identificamos esta probabilidad en tres componentes que visualizamos con la figura de un triángulo. ¿Cuál es entonces el origen de un incidente? la tensión desproporcionada entre los vértices. El riesgo, que siempre está, cambia de forma y se convierte en incidente cuando se pierde el equilibrio. Un incidente no se crea cuando algo sale mal; se manifiesta cuando el equilibrio que lo contenía se rompe.


El triángulo PEA no es solo una herramienta de análisis: puede leerse como un espejo del mundo del aire libre. Cada vértice representa una dimensión. Cuando hablamos de persona, hablamos de consciencia y de juicio; cuando hablamos de equipo, hablamos de materiales, manimientos, calidad, uso; y cuando hablamos de ambiente, hablamos de aquello que nos excede, que nos recuerda nuestros límites. Gestionar el riesgo es mantener vivo el diálogo entre estas tres fuerzas, sin que ninguna se imponga por completo.


Un incidente no se crea cuando algo sale mal; se manifiesta cuando el equilibrio que lo contenía se rompe.


La escala PEA, en ese sentido, no solo mide, más bien educa la mirada. Nos enseña a detenernos antes de actuar, a leer el contexto, a preguntarnos qué está cambiando. Es una forma de deliberar en tiempo real, una práctica de juicio más que de cálculo. Por eso hablamos de probabilidad cualitativa: porque cada decisión en terreno es también un acto ético, un equilibrio entre la protección y la posibilidad.


Gestionar el riesgo desde estas dimensiones no es rocket science. A veces basta con mirar lo evidente y preguntarse con honestidad: ¿qué tan probable es que un avión se caiga si lo manejo yo, que no soy piloto? ¿Qué tan probable es perderse en la montaña cuando la neblina está baja, llueve, hace frío y ya es de noche? ¿Qué tan probable es que se accidente un bus con los frenos viejos y desgastados? El triángulo persona–equipo–ambiente es, en terreno, una de las herramientas más poderosas para leer ese tipo de preguntas. Nos recuerda que el riesgo siempre está, que no buscamos eliminarlo, sino mantenerlo dentro de márgenes que nos permitan vivir la experiencia sin perder gestión.


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