
Contingencias en turismo de naturaleza y aventura: guía práctica para un sector que crece con responsabilidad
En el turismo, y particularmente en el turismo de naturaleza, aventura y en la educación al aire libre, la planificación de contingencias no es un capricho administrativo ni un exceso de precaución. Es una expresión concreta de profesionalismo y responsabilidad. Cuando llevamos personas a escenarios donde el clima cambia sin pedir permiso, donde las distancias y la comunicación imponen límites reales, y donde la experiencia humana puede ser transformadora pero también vulnerable, pensar previamente en cómo responder adecuadamente a situaciones posibles que pongan a prueba nuestra capacidad de respuesta es una ventaja. Las contingencias no existen para frenar el espíritu explorador, sino para facilitar que ese espíritu se viva de manera responsable y premeditada.
En los últimos años, el interés por recorrer ecosistemas latinoamericanos, explorar destinos cautivadores y compartir esas experiencias con participantes de casi todos los grupos etarios, ha crecido de forma notable: ofrecemos páramos que se elevan como fronteras climáticas vivas, ríos y selvas casi que con personalidad propia, desiertos de silencio y tranquilidad, zonas rurales llenas de cultura y tradiciones, y montañas y playas llenas de biodiversidad. Este auge exige más que pasión por la aventura. Exige madurez técnica, disciplina operativa y una cultura de gestión del riesgo que entienda que guiar a otros no es solo acompañar, sino resguardar, anticipar y responder con criterio cuando lo inesperado aparece.
Las contingencias son esenciales en el turismo de naturaleza y aventura y en la educación al aire libre porque los entornos en los que operamos presentan variables que otros sectores no enfrentan con la misma intensidad. El clima puede cambiar de un cielo claro a una tormenta eléctrica en cuestión de minutos. La comunicación, aunque avance la tecnología, sigue siendo limitada en territorios remotos. Las rutas pueden ser afectadas por derrumbes, bloqueos comunitarios, cambios hídricos o avisos de seguridad. La capacidad médica disponible puede ser mínima, limitada o distante. Además, cada grupo está compuesto por personas con diferentes niveles de preparación física, distintas capacidades de toma de decisiones bajo presión y expectativas diversas sobre lo que significa “riesgo aceptable”. Todo esto hace que las contingencias no sean opcionales, sino un componente crucial de cualquier organización que opere en esas circunstancias.
Una contingencia, en este contexto, es el conjunto de acciones previamente definidas para responder a un evento no deseado que puede afectar la seguridad de las personas, la continuidad de la operación o la reputación de la organización. Dicho de manera sencilla: es la estructura mental, logística y operativa que evita que un imprevisto se convierta en tragedia, caos o improvisación. Básicamente, busca responder a la pregunta “¿Qué hacemos si…?”. Conviene aquí distinguir entre prevención, contingencia y continuidad. La prevención reduce la probabilidad de que un incidente ocurra; la contingencia guía la respuesta cuando, a pesar de todo el esfuerzo preventivo, el evento sucede; y la continuidad se enfoca en recuperarse y seguir operando sin dejar heridas operativas o reputacionales cuestionadas.
Una contingencia, en este contexto, es el conjunto de acciones previamente definidas para responder a un evento no deseado que puede afectar la seguridad de las personas
En Colombia y en la región existen marcos normativos que respaldan esta exigencia. La Ley 1523 de 2012 establece la Política Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, y el Decreto 2157 de 2017 obliga a formular e implementar planes de gestión del riesgo y contingencias cuando la actividad puede enfrentar o generar emergencias. A ello se suma el Sistema de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo, definido en el Decreto 1072 de 2015, que exige planes de emergencia a todos los empleadores. En el caso puntual del turismo de aventura, la Resolución 0612 de 2024 del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo exige la certificación basada en normas técnicas como la NTC-ISO 21101, que incluye la elaboración de contingencias y planes de respuesta.
Ahora bien, un plan de contingencias efectivo puede basarse en cuatro pilares fundamentales: análisis y evaluación del riesgo, preparación, respuesta y continuidad y aprendizaje. El análisis del riesgo requiere entender tres dimensiones clave: personas, equipo y ambiente, un concepto que ya hemos abordado en otras entradas. Las personas llegan con historias fisiológicas y emocionales distintas, con expectativas, niveles de entrenamiento y tolerancias al riesgo que debemos reconocer. El equipo técnico no es estático: debe mantenerse, verificarse y renovarse. Y el ambiente cambia sin consultarnos. En cuanto a la evaluación, la matriz de riesgos deberá construirse desde la plausibilidad y las consecuencias previsibles: qué puede pasar en este escenario, con este grupo, en estas condiciones y con estos recursos.
La preparación es el segundo pilar, y consiste en construir la capacidad de actuar de manera correcta cuando la situación lo exige. Eso incluye definir roles y responsabilidades antes de salir al terreno, establecer protocolos claros, entrenar al personal, coordinar con actores externos como comunidades locales y autoridades ambientales o de rescate, y asegurar que el equipamiento y los medios de comunicación estén disponibles y actualizados. Prepararse no es tener todo; es tener lo necesario y saber usarlo bajo presión.
Cuando ocurre un incidente, entra en juego la respuesta. Aquí la clave no está solo en actuar, sino en saber actuar. Lo ideal es establecer criterios previos para activar una contingencia y no basarse únicamente en la percepción emocional del momento. Definir rutas de evacuación, establecer jerarquías de mando, organizar protocolos de comunicación con la base y con las familias de los implicados cuando corresponde, y registrar información para reconstruir la cronología y mejorar después.

Proceso de planificación de contingencias; PC: Plan de Contingencias. Tomada de “Guía para la elaboración de planes de contingencia“. Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 2025, www.ifrc.org/es/document/planes-contingencia-guia-para-sociedades-nacionales-2025.
Finalmente, la continuidad y el aprendizaje cierran el ciclo. Un incidente no termina al regresar al alojamiento o al finalizar la jornada. Termina cuando se registra, se analiza, se extraen lecciones y se traducen en mejoras. Esto incluye revisar los protocolos, ajustar las listas de chequeo, fortalecer los entrenamientos y comunicar las conclusiones de manera interna y transparente. Además, la gestión de la reputación y la comunicación honesta con los clientes y autoridades es parte integral de este proceso. En una industria basada en la confianza, lo que una organización hace después de un incidente habla tanto como lo que hizo antes.
Existen herramientas simples y poderosas para fortalecer esta cultura: listas de verificación operativa, registros de participantes con información de salud relevante, redundancia en los sistemas de comunicación, contactos críticos disponibles y visibles, simulacros periódicos y procedimientos para cancelar o modificar actividades cuando los límites de riesgo se superan. También es valioso contar con sistemas de registro de incidentes que permitan documentar, aprender y medir, entendiendo que la transparencia interna es un motor para la mejora continua.
Por último, no existe un único formato para construir un plan de contingencias en turismo, y eso es positivo: cada operación tiene características propias, escenarios distintos y niveles de riesgo diferentes. Lo esencial no es copiar una plantilla, sino asegurar que el documento responda a la realidad de la operación y se conecte con la toma de decisiones en campo. Aun así, en términos generales, un plan de contingencias suele incluir una descripción clara de la actividad y del contexto donde se desarrolla; el análisis y evaluación de riesgos que identifique escenarios plausibles y sus posibles efectos; criterios para activar el plan; roles y responsabilidades del personal; rutas y medios de evacuación cuando corresponda; protocolos de comunicación interna y externa; inventario de recursos y equipos disponibles; coordinación con autoridades locales y servicios de emergencia; y finalmente un mecanismo de registro, evaluación posterior y mejora continua. Lo más importante es que sea un documento vivo, comprensible para quienes lo deben ejecutar y practicado con suficiente frecuencia como para ser realmente útil cuando las circunstancias lo ameriten.
Por último, no existe un único formato para construir un plan de contingencias en turismo, y eso es positivo: cada operación tiene características propias, escenarios distintos y niveles de riesgo diferentes
El turismo de naturaleza y aventura en Colombia y Latinoamérica tiene un enorme potencial. Podemos ser un referente mundial si integramos la emoción del territorio con la rigurosidad operativa. Hacer contingencias no limita la aventura; la hace sostenible. No reduce la libertad; la estructura para que sea responsable y compartida. La verdadera madurez del sector vendrá de la construcción de una cultura donde la preparación es tan natural como el deseo de explorar. Una organización con contingencias claras y practicadas no actúa desde el miedo, sino desde el compromiso. Y ese compromiso, repetido y transmitido, es lo que sostendrá el futuro de nuestras experiencias, nuestros destinos y nuestra credibilidad como industria y como gremio.



